La clase irreverente en un escritor de clase.

19:34



Ensayo sobre 'El inútil de la Familia', de Joaquín Edwards Bello.

------------------------------------------------------------------------------

“La hipocresía es el homenaje que el vicio tributa a la virtud”
François De La Rochefoucauld


Como dijo Jorge en alguna entrevista: "Nunca se decía el tío Joaquín, a secas. Siempre era el inútil de Joaquín” . A través de esta frase se notan las diferencias que tenía Joaquín con su familia, ya que siempre fue catalogado como un desadaptado y descarriado a los ojos de la alta sociedad a la que pertenecía. Los Edwards Bello nunca aprobaron la forma de vivir de Joaquín, nunca aceptaron sus parrandas, sus conductas ludópatas, su adicción a la “mala vida”, su relación (muchas veces amorosa) con estratos sociales más bajos, pero por sobre todo su miserabilismo siempre exhibido en bares, prostíbulos y garitos de mala muerte. Salvo excepciones, como el primo Andresito, que le aconsejó en momentos claves de su vida; Luis Emilio, su hermano, que le brindó todo su apoyo y asistió a la ceremonia cuando Joaquín decidió casarse con Mayita; su familia se mantenía indiferente ante las acciones y omisiones de la vida de Joaquín.
En su juventud, Joaquín tuvo que enfrentarse junto a su familia a una situación complicadísima, la muerte de su padre en París. Joaquín en esos últimos días de vida del progenitor, había tomado conciencia de la mala situación en que se encontraba, demostrando cierta indiferencia, la cual se dio, quizás, por su edad. Finalmente muere Joaquín Edwards Garriga, después de haber tenido un diálogo con su hijo, en el cual le deja una pistola como legado.
Luego del velorio, Joaquín le comenta a su hermano Luis Emilio, el episodio que vivió junto a su padre y la pistola. Después le pregunta, sin mayores preámbulos, cuánto creía él que iban a heredar entre los dos. Él responde… poco,… es ahí cuando nace la idea de parte de Joaquín de jugarse la herencia, al intentar doblarla, o simplemente quedarse sin nada; esta conducta fue una de las primeras que darían un indicio de una actitud ludópata que llevaría Joaquín toda su vida. Esta tendencia suya, lo llevó a la derrota muchas veces (lo primero que se cuenta en el libro es una desgracia ocurrida en el hipódromo, varios años después), así como a la victoria, otras tantas (en un buque camino a Brasil; llegó a ganar cifras astronómicas… para luego perderlo todo). Esto último es para sentirse cercano al chile popular al que siempre perteneció en pensamiento, pero que no demostró en su diario vivir excepto en contadas ocasiones (al final de la novela, Joaquín termina viviendo en la calle Santo Domingo, en el centro de Santiago, lugar ocupado por personas de una condición socioeconómica media, pero…. feliz). Esta característica suya lo impulsó a relacionarse, muchas veces, con estratos sociales más bajos, sintiéndose a gusto con esta gente.
Durante toda su vida Joaquín se sintió disgusto con su estrato social alto, por esto tendió a buscar una estabilidad social que solo podía otorgársela la clase baja. Esto se representaba por los lugares mal vistos que visitaba constantemente (como por ejemplo en el capítulo VI, cuando él se asoma en el “Popular” y se deja notar que no es primera vez que concurre a este garito clandestino). Acciones que Joaquín realizaba y que eran, sin duda, imperdonables para un hijo de la aristocracia criolla de ese tiempo. Él no necesitaba las damas refinadas de las castas altas de Chile, no necesitaba los protocolos escritos en el siglo anterior; sino (como ejemplifica en el mismo capítulo, de forma muy asertiva) que disfrutaba de la compañía de las damas de la noche, esas mujeres de muslos flácidos, o quizás, de alguna campesina robusta, de prominentes atributos, comiendo marraqueta dura con pebre y leyendo algún libro de corte socialista.
El “inútil” como lo denominaba su familia, tenía ideas muy transgresoras para su tiempo. Se declaraba: ateo, socialista, bohemio, un desgraciado de mala fortuna, idealista del Chile antiguo; pese a que estos temas los analizaba y conversada sólo con gente fuera de su núcleo social, usualmente periodistas, anarquistas desdentados, jefes políticos derrocados o poetas urbanos. Así es como se deja ver que Joaquín quizás nunca tuvo el suficiente valor para hablar estos mismos temas con gente de su alta alcurnia, personas que comúnmente visitaban su hogar. Él, no fue capaz de enfrentar cara a cara a estos jefes sociales del pasado Chile, no fue capaz de exponer todas sus ideas revolucionarias en pos del pueblo en alguna reunión de esa época. Debido a esto, se nota que Joaquín era una persona hipócrita, una persona que de la boca hacia afuera podía hablar mucho, una persona que en un núcleo que en el cual se sentía seguro podía explayarse sin problemas, pero cuando tenía la oportunidad de enfrentar a los supuestos “dueños de Chile” para lograr implantar una idea en sus cabezas, prefería evitarlos… huir.
Pero la única relación que Joaquín mantenía hacia su antigua casta, de la cual renegaba, era a través de lo que salía de su pluma. Cuando Joaquín publica su primer libro (“El inútil”) no es el pueblo el cual llega a reclamarle o a comentar su trabajo a sus espaldas, es su ex clase social la que analiza cada mensaje que está presente en el libro, cada ideal que Joaquín escupe a los chilenos de ese tiempo.
¿No habrá sido ésta, una forma de llamar la atención para tener un reconocimiento que quizás anhelaba? No, porque nunca buscó vivir en un palacio, nunca anheló ganar grandes premios literarios ni mucho menos, ser admirado y ser recordado a través de la historia chilena.
Eduardo Briset es el personaje principal de su ópera prima. Como se plantea, a principios del capítulo X, Joaquín siempre se representó a través de su literatura, pero más enfáticamente en sus personajes. Podríamos decir que cada andanza de Eduardo era una confesión disimulada de la vida del creador. A raíz de esta publicación Joaquín decide dejar el país hacia Brasil, por la reacción que dejó su primer libro. Haciendo un paralelo entre el disgusto que generaron las críticas de Joaquín en los estratos sociales altos; encontramos la indiferencia de la clase baja. Después de las publicaciones, Joaquín siguió siendo el mismo para la baja sociedad. Se mantenía como el apostador rico, usualmente bien vestido que sabía gastar sus billetes. El pueblo nunca supo (o quizás sí, pero no le importó) el escándalo que Joaquín creó. No sabemos si fue porque no les interesaba, porque se sentían ajenos o, porque simplemente, no entendían esos ideales vanguardistas del autor. Edwards siguió visitando los antros de mala muerte como si nada, siguió apostando, tomando y gastando. Él nunca se preocupó de desarrollar sus ideas abiertamente al pueblo, solamente las dialogaba con personas de su calaña; siendo estas visitantes usuales de los lugares a los que Joaquín concurría, no muy distinto a los barrios bohemios del Chile de hoy.
Joaquín solo pudo plantear las ideas que él tenía en sus publicaciones. Como ya declaramos anteriormente, su pensamiento no lo demostraba en público y encontraba una salida a través de la literatura. Joaquín fue un cobarde, hipócrita, una persona que predicaba pero no practicaba; sus supuestas declaraciones solo podía realizarlas desde un escritorio, impresas en algún diario o de lleno en sus novelas, crónicas y ensayos.
Como Jorge plantea en “El Inútil de la familia” “Las novelas de Joaquín son casi siempre autobiografías ficticias, memorias más o menos inventadas. Hasta Teresa, Teresa Iturrigorriaga, la protagonista de La chica del Crillón, es Joaquín. Pedro Plaza, el de Criollos en París, así como el Pedro Wallace de El chileno en Madrid, son Joaquines casi calcados, autorretratos parciales” ; dentro de todos los libros de Joaquín siempre había un personaje que lo representaba cabalmente. Él necesitaba personificarse para expresar sus ideas ya que no tenía la capacidad de decir las cosas sin una máscara, tales cuales eran. ¿Acaso esto no es posible en los artistas y sus obras? En el caso de Joaquín nunca se puede tener certeza, como se aprecia en el personaje del Azafrán en el libro “El chileno en Madrid”, a quien Jorge conoce al paso de muchos años en su departamento y con esto se corrobora que este contraste con la realidad es posible con cada una de sus obras.
A través de este texto hemos plantado muchas veces que Joaquín fue un hipócrita, esto debido a que en su cabeza rondaban muchos ideales por los cuales jamás llegó a combatir o enfrascarse en una pelea. Como se deja ver claramente en el capítulo IX, a su regreso de Brasil (donde vivió austeramente por un tiempo, yendo a favor de sus ideales. Pero que finalmente, cae en la ayuda de sus contactos sociales), no se reunió en primera instancia con la clase baja de ese tiempo; sino que fue recibido por su madre y su normal núcleo social. Se ejemplifica bien en ese capítulo su recibimiento, siendo celebrado con mucha concurrencia de los aristócratas de la época, a excepción de “Cuevitas” y “Negro Jaraquemada”, quienes no fueron invitados por la madre de Joaquín. En esa reunión él y su familia no intentaron dialogar ni tampoco poner sobre el tapete todo el escándalo producido por su primera novela, dando cuenta así también de la hipocresía de la clase social a la que pertenecía.
La única época en la que Joaquín fue consecuente con lo que dijo y pensó, fue al final de sus días luego de casarse con “mayita” (su ex nana) y acoger un hijo que nació fuera de su matrimonio con los cuales convivió en una casa humilde ubicada en un barrio modesto de la capital. El resto de la vida de Joaquín está plagada de contradicciones respecto a su actuar y sus ideales. Es también el último periodo de la vida de Joaquín el único que él califica como feliz y placentero; pero es también el inicio de su decadencia.
Sumando y restando a través de la vida de este hombre, podemos afirmar que, en gran parte, fue un hombre falso, un cultor consuetudinario de la hipocresía como soporte vivencial.

0 Posteos. Opina acá.: