Completos Desconocidos.

16:14




Se nos viene el primer lugar primer lugar primer lugar (8).

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“Ah si, me acuerdo de ella” me dije a mi mismo apenas vi el cadáver. Era rubia, ojos color azabache, seguramente de alta alcurnia. Yo la conocía, al menos, la había visto más de alguna vez. “Bueno, en este cochino pueblo todos se conocen, la verdad”. Quizás me enamoré de ella, quién sabe. Ayer estuve junto a ella, y mucha más gente. Comenzaron a sonar Los Bunkers en mi mp3 cuando escuché la voz de Álvaro López: “Despertar en las mañanas no me hace demasiado bien, mirar por la ventana ver el cielo oscurecer”. “Sí Álvaro, a mí tampoco me hace demasiado bien”, reflexioné mirando el cadáver. Procederé a narrar los hechos como me fueron ocurriendo:

Salí de mi casa anoche apenas llegó Vargas a buscarme en su Corolla del ’96. Junto a él recorrimos las apacibles calles pueblerinas en su auto. Veníamos conversando temas de sobre mesa:
-¿Así que terminaste con la flaca, Benja? –me preguntó.
-Ya era hora creo yo. A nadie le gusta comerse un chicle pasado y estirado –respondí.
-O sea que no te daba la pasa’ la pobre.
-Jaja, aparte. No me caía bien el suegro. Muy milico el viejo.

Risas. Divisamos nuestro destino desde lejos. Avenida Santa Lucía con 12 de Mayo (justo detrás del Líder), la casa del Flaco Ramírez. El Flaco era lo que se puede llamar un anfitrión de lujo. Ponía a disposición su casa para fiestas semanales o distorsiones varias, entre ellas muchas juergas que terminaban en visitas de los pacos. En fin, tardaría horas y páginas describiendo todo lo que hemos hecho entre esos muros, pero les ahorraré la lata.

Llegamos con mi compañero al lugar. Había un par de personas en la calle, tal como al Flaco no le gustaba. Dato aparte, había muy pocas reglas en esos aposentos, pero las pocas se respetaban. Reconocí a Vicho y a la Gaby apenas estacionamos. Vargas apagó el motor.
-Buenas cabros. ¿Qué pasa? ¿Por qué andan acá afuera? –le pregunté a Vicho.
-Nada Benja, acá degustando un cigarro y conversando una cosa poca. A todo esto esto, ¿por qué no fuiste a entrenar hoy? –me pregunta él.
-Tenía otras que hacer compadre, sorry. –le respondo.
-Claro, si yo te vi con la Estela por ahí –recrimina la Gaby. “Puta –pienso- en este pueblo de mierda todo se sabe, uno no puede ni dar dos pasos sin que la gente ande cahuinando a las espaldas”.
-Eh sí… estaba con ella. A propósito, ¿está acá? –pregunto, escondiendo el interés.
-No no, no sé si vaya a venir –me responde la dama que tengo al frente.
-Seguro que vendrá –interrumpe Vargas- si es igual de carretera que tú. “Tal vez demasiado, creo yo”.

Nos despedimos de la pareja de tabaco-dependientes y nos internamos en la casa. Aprovecho la ocasión para describir el lugar, mal que mal, aquí sucede gran parte de mi relato. La casa da directo a la calle, únicamente dividida por una vereda que de vereda tiene poco y de ante-jardín mucho. Generalmente ahí se estacionan los autos de los asistentes, aunque también, cuando la ocasión lo amerita, lo hacen en el consultorio adyacente. El patio no es muy extenso, aunque, inclinado en su mayoría. Posee un par de árboles, aunque si hay que destacar algo es la hamaca, ya en el fondo de la estancia. Me ahorraré detalles de ese objeto, puesto que, cuando la anoche lo amerita, y la compañía lo acredita, ocurre magia (de la cual, adivinarán, he sido protagonista más de alguna vez). La casa misma está divida en dos. Al entrar te encuentras con un pasillo usualmente lleno de gente. A la derecha, el living; espacioso, ideal para el revuelo. A la izquierda del pasillo yace la cocina, con una mesa central que supera la altura establecida en una casa “normal”. Siguiendo por aquel espacio hay una pieza (la del anfitrión), discreta y oscura. Y un baño, ad hoc para la decadencia. Al fondo del pasillo central de la casa hay una división, pero no ahondaré en eso.

Presentado el escenario, faltan los personajes. Usualmente hay dos tipos de público para los eventos en este lugar. El primero, “los de siempre”, generalmente es mi generación del Salesiano, con algunas excepciones (Félix, el músico del grupo, era del Liceo de Hombres y siempre andaba con nosotros). Nuestro grupo, podría decirse. La segunda división no era tal. Tú te preguntarás, lector, qué o quiénes abarcan esa clasificación. Burdamente te diría “todos”, pero en vista de que ando más asertivo de lo común te declaro, los que quieran llegar; no nos cerramos a nadie. Llegan los que escucharon del evento en la plaza (donde parte esta obra magna), tienen buen trato con el dueño de casa y, por último requisito, tienen dinero en sus arcas. En fin, sin más preámbulos, esos serían los elementos de cada noche. Ahora, aquella velada tenía los siguientes factores: era una noche de invierno, pese a que no asomaba lluvia alguna; era el primer fin de semana de vacaciones por lo que había mucha gente de otros lados; la gran mayoría traía buena pasta, así que cigarros y alcohol no iba a faltar; y, por último (pero no menos importante) iba a ocurrir un asesinato.

Me interné en el hogar dejando a Vargas de lado en la entrada, que estaba saludando a un primo suyo. “A final de cuentas, en este pueblo todos, o se conoce, o son primos”. Saludo a un par de compañeros de colegio y sus pololas, del Inmaculada Concepción. Por ahí veo a Felipe, un genio para las matemáticas que no puede dejar de lado su tequila semanal, también a Toto, el próximo ‘10’ de la selección Chilena según muchos y que, por suerte, juega en el Salesiano. De grupo en grupo me encuentro con Clara, que estaba sentada cerca de Félix (el músico que nombré con anterioridad) en un sillón, fumando Viceroy, sus favoritos.
-¡Buenas mi wacha!
-¡Benjita! ¿Cómo estás mi amor?
-Todo bien preciosa, ¿y tú Félix? ¿Tocando Pearl Jam?
-Como siempre nomás pues, estimado –me responde el joven de la prominente barba-. Supe que terminaste con la Estela perro. “Y volvemos a lo mismo” –me dije.
-Sí… pero bue, no la he visto por acá. ¿Sabes si vien…?
En ese momento se posó mi mirada en un grupo de damas que estaban cerca de la mesa del copete, sirviéndose un vodka. “A lo mina”, pensé yo. Mi acompañante notó mi desdén.
-¿Qué pasó campeón? ¿Te quedaste pegado? –pregunta Clara.
-¿Quién es ella y de dónde salió? –pregunté sin despegar la mirada de aquella mujer de pelo rubio intenso e impactante sonrisa.
-Jaja, es la Daniela Ruiz-Tagle, del Alianza. El Flaco las invito porque la Vivi está de cumpleaños mañana y prefiere salir con todo su grupo de amigas. –Notando mi mirada al escuchar el nombre del colegio de qué proviene mi mejor amiga me responde. –Tranquilo hombre, weca no es.
Quedé impactado ante tal ser. Prefiero retirarme ante la invitación a conocerla, aún no estoy listo. Le pregunté a Félix antes de salir de ahí si la mesa estaba libre, a uso público. Solo me mostró su vaso. Cerveza llena. “Y pensar que este imbécil prefiere la Heiniken a cualquier cerveza”.

Me acerqué a la mesa y comencé a servirme tres dedos de Dominican y dos hielos. Mientras sirvo la escucho. Algo sobre música, conciertos en Chile. Escuché Radiohead por ahí. Muy buena elección, has hecho puntos conmigo, Daniela.

Comienzo a escrutar el ambiente. Veo por ahí a Pipe, un compadre de la infancia, me detengo a saludarlo y a su acompañante, una tal Cami. Me pide un poco de mi vaso, yo le amago y le digo que vaya a buscar. Siguiendo por la jungla del carrete nocturno me encuentro al fin con el dueño de casa, Ricardo Ramírez, mejor conocido como El Flaco.
-¡Perro! ¿Cómo anda todo?
-Bien bien Benja, ¿Tienes un cigarro que me convides? –me pregunta.
-Pero por supuesto. –Le tiendo la cajetilla de Lucky y aprovecho de tomar uno yo. El prende ambos cigarros con un encendedor negro con calaveras rojas. Bastante característico de él.
-‘Ta que arde esto, ¿ah? –le comento al jugador local.
-Espérate un poco a que pongan música. Les dije que tenían hasta las 1 para poner reggaeton y hueas así. De ahí me pongo yo a mezclar.
-Jaja, digno me parece. –Justo cuando termino mi oración, empieza a sonar. One, two three, four – Uno, dos, tres, cuatro.
-A lo que nos convoca, perro –dicho esto, dejo a mi espectador sosteniendo mi vaso. Vacío.

Comienzo a bailar por ahí, los movimientos se apoderan de mí. La verdad, nunca he sido bueno para moverme en la pista, Estela siempre me lo recriminaba. “Si es por ti, bailaría con un tronco” solía decirme. Ahora mismo, me da igual lo que piense ella. Me acerco a Clara y sus amigas, le susurro al oído mi cometido “¿Y si vamos por una pelolais?” Risas de mi compañera, nos acercamos a donde está bailando ella con Jano Ortúzar, un hueón de su colegio. Clara se va con Jano, y yo me quedo con Daniela. Comenzamos a bailar justo cuando cambia la canción. Juan Luis Guerra y su “ojalá que llueva café en el campo que caiga un aguacero de yuca y té”.
-Del Alianza eres, ¿entonces?
-Sí, tú eres Benjamín Torres, del Salesiano. –Me impresionó de frentón, me cacha, por lo menos.
-¿Y como tiene el desagrado de conocerme, señorita?
-Nah’, si tú eres el pololo de la Estela.
Ese comentario me cayó como patada a la boca del estómago. Retrocedí, derrotado. Solo le dediqué un par de sonrisas más en toda la noche. Podría haber sido nuestra, nuestra noche; pero lo arruinó. Me quedé el resto de la velada achacado, apoyado en una pared y bebiendo ron como solamente yo sabía hacerlo; posando el vaso entre mi pulgar y mi índice. Parado ahí, viendo como todos se divertían me dí cuenta de dos cosas. Uno, nadie se acuerda de los payasos y personajes emblemáticos cuando están derrotados, a un costado. Y dos, estaba chato de que me recordaran a Estela con cada frase. Decidí irme de ahí. Vargas ofreció llevarme al ver que me ponía mi chaqueta y salía, pero lo rechacé a cambio de que me obsequiara un par de cigarrillos para el viaje. Lucky Silver, mis favoritos.

Fumando y caminando. Pensando y reflexionando. Ya cuando el trecho se acababa, llego a mi casa. Ya sin ganas de nada, abro la puerta, dejo mi chaqueta colgada y subo a mi pieza. Dejo las llaves, los cigarros y el celular, programo la alarma. 6 A.M.

Me despierto a la hora estipulada, sin saber nada, sin poder quitarme de la cabeza a la tal Daniela. Me pongo un short, no sin antes oler la ropa del día anterior; copete y cigarrillos, mala combinación para un tejido. Salgo de mi casa portando únicamente mi mp3, reproduciendo Los Bunkers. Cuando llegué a la esquina la divisé, botada, allá a lo lejos. Pensé que no era ella, rogué porque no fuera ella. Al estar a menos de dos pasos escucho el verso solemne de Álvaro López a través de mis audífonos y reflexiono. “Lamento no haberme dado la oportunidad de conocerte; lamento no haberte dado la oportunidad de reírte de mí… como todos”. La volteo y descubro dos tajos a la altura del abdomen. “Pendeja cuica” deberán haber pensado los asaltantes de aquella niña que contemplo muerta ahora, y la vi bailando, gozando… horas antes. “Pobre Daniela”.

10 Posteos. Opina acá.:

Anónimo dijo...

insisto ... es un problema de expectativas ... y de ego :p , un beso

BaRahona dijo...

Gracias =P

Anónimo dijo...

se me olvidaba, tu falta de humildad no quita que me encanta el cuento ;)

Tita dijo...

Te lo había dicho ya: me encanta. También te había dicho que tu primer lugar no está en discusión aún sin terminar de leer el cuento.
Nos vemos.

Anónimo dijo...

lo leí entero
me gusto mucho la ambientación
se me hace conocida...
me recordó la forma de tu relato a mala onda.. muy bueno perrito

BaRahona dijo...

Yo no me asimilo a Fuguet; ese hijo de puta me copia cada vez que escribe.

Gonzalo Carrasco Vásquez dijo...

esta muy bueno, de vdd meimpresiona lo mucho que hay mejorao.

Anónimo dijo...

oye desconocido , te extraño

Felipe Refasol dijo...

jaja las cago, lo poco que he leido de fuguet, me recuerda a ti. Increible el plagio jajaja.

El no incluye jaja, wm buenisimo.

SlapFunk dijo...

Las imagenes y la historia en si estan super choras, el problema son pasajes como este:

"Me ahorraré detalles de ese objeto, puesto que, cuando la anoche lo amerita, y la compañía lo acredita, ocurre magia"

que chucha es eso de cuando la anoche...

lee de nuevo tu cuento y fijate en esas piedras que dejaste, uno que otro obdtaculo, conectores raros...trata de que el asunto sea más fluido.

me gusto, esa es mi opinion, nos vemos compadre