Hoy

14:17 1 Comments


Gracias a http://6artificial6.deviantart.com/ por la foto.

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Así que hoy me levanté otra vez, como cualquier otro día, como si nada pasara.

Así que hoy miré por mi ventana, y se estaba incendiando mi patio. Como si fuera normal, queriéndolo serlo.

Así que hoy murió Rick Wright ... y nadie le importo. El Dark side of the Moon sigue sonando en mi cabeza, pero nadie se sabe la letra de mi canción.

Así que hoy me acordé del acorde que tocabas mientras estabas sobre esa nube ... aún no logro vislumbrar una salida.

Así que hoy Caszely si hizo el penal, Darrel no murió y el Transantiago funcionó.

Así que hoy me sigues mintiendo, pero ahora tu mentira es mi mentira, y tu engaño es la verdad.

Así que es hoy es viernes... que raro, pensaba que era jueves. ¿Vamos a carretiar?

Un Mundo Infelíz.

15:40 2 Comments


Tiempo sin actualizar, no sé, no me motiva subir cosas si nadie lee. Me siento como haciendo un monólogo ...

Nagasaki antes de la explosión

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Un Mundo InFelíz

Al fin llega el timbre de las siete, el término de una jornada escolar. Todos recogemos nuestras cosas y nos vamos, acabó esta monotonía diaria. Siyu me ataja en la salida del salón B-7 del Liceo para Hombres de Nagasaki.

-¡Hey, Ryuzaky! ¿Qué te parece si vamos al Parque Central? Podemos llegar a tiempo para usar la cancha, igual que el jueves pasado –pero ya sabía de antemano que esa oferta me era inmune-.

-Disculpa Siyu, para otra será.

Dejo a Siyu con cierta incertidumbre mientras me adelanto al pelotón de alumnos que van intentar dejar la sala. Me inserto en las vivas calles de un primaveral Nagasaki, el problema de la guerra sigue latente en las mentes de muchos nacionalistas y ciudadanos, aún así se respira un aire nuevo… como de cambio, quizás extremo para una ciudad conservadora. Sin preocuparme mucho de todos estos asuntos políticos y militares, me dirijo hacia el Instituto de la Santa Piedad.

El Instituto en si, es un edificio tosco, en medio de nuevas construcciones. Data del siglo pasado, por ende, es como una monja en medio de científicos, fuera de lugar y horrible estéticamente. Pero, en él yace mi amada.

Oh, Amane, la joven de los cabellos dorados, la de la dulce voz que asemeja a un susurro de cedro en el medio del temple voraz de la tormenta de tundra. La conocí hace un par de meses, creo que unos siete. Desde la semana pasada que estamos saliendo en estas especie de citas casuales. Estoy demasiado feliz con ella, me hace volver a sentirme vivo. La requiero, constantemente delirio al no tenerla y tocarla, sentirla. Afortunadamente… terminó esa espera, por lo menos, momentáneamente.

Llego al recinto, parece que salieron hace poco de clases, me anoto mentalmente preguntarle a Amane a qué hora termina sus lecciones diariamente. Veo un par de chicas cuchichear cerca de mí, aún así me mantengo al margen, apoyado en un poste. De repente, la diviso entre la estampida de estudiantes.

Venía con su uniforme (como era obvio), una teñida no menos excitante, su pelo, largo y rubio reposaba sobre su fina espalda, y su figura era resaltada con una bellísima sonrisa.

-¡Ryuzaky, qué tierno haberme esperado!

-Los caballeros suelen hacer cosas así, supuse que tendría que imitar a alguno.

-Jaja, siempre tan gracioso. ¿Qué te parece si vamos al monte Hagi? –Me pregunta ella- A esta hora ya no alcanzamos a hacer nada más que ver el atardecer, además con todo esto del toque de queda –el bendito santo y seña de esta nueva época, la fastidiosa alarma para volver a los seguros hogares-.

-De acuerdo, pero para la siguiente mi voto es para un café –agrego.

Caminamos juntos un par de cuadras. Hagi es un famoso monte en toda la región, ya que cuenta una leyenda antigua que ahí se creó la primera espada, desde los mismísimos dioses de la montaña, patrañas de antaño. Al principio, íbamos caminando juntos, sin ningún contacto más que nuestras palabras que rozaban el aire que nos comprendía. Pero, de improviso, una carreta pasó a toda velocidad por la esquina, casi agarra a Amane en su desaforada carrera pero, por suerte, logré retenerla sosteniéndola por la mano y asiéndola hacía mí. Pasamos un gran susto, desde ese momento no le solté la mano ni ella a mí hasta que llegó la despedida.

Al arribar al monte nos dimos cuenta de algo, que la belleza y sencillez (sintetizadas) no tenían límites. La inmensidad de un simple pedazo de tierra, roca y minerales, surcado por los años y el desgaste, todo aquello contrastado por un sicodélico atardecer rasante nos dejaba atónitos. No necesitábamos palabras para expresar lo que estábamos viviendo, era como si ese único momento nos valiera por el resto de nuestra existencia, como si hubieran estallado doscientos soles y nunca su irradiante fuerza pudieran dañarnos, éramos invencibles… éramos dueños de nuestros propios pensamientos y sentimientos.

Llegó la hora de irnos, lo noto ya que la gente comienza a desaparecer de las calles. Me apeno, antiguamente a esta hora uno podía seguir viendo a niños jugar por las plazas, equipos practicar para las temporadas venideras de sus deportes preferidos, guerra de mierda y tu puta injusticia incondicional e indiscriminada.

Me levanto y la ayudo a incorporarse. Pareció un transe todo el tiempo que estuvimos sentados contemplando aquel gigante de granito. Comenzamos a caminar, y junto con nuestros pasos, una refrescante brisa. Más que refrescante, helada, demasiado para primavera. Mal presagio. Adelantándome a la situación, me saco mi chaqueta y se la sedo a mi acompañante de plata. Al dejarla en su casa… ella no sabía que dentro de la chaqueta había una carta. Antes de que la despidiera en su puerta me dijo que mañana se iba muy temprano a Nigata, por lo que no la iba a ver en una semana, le dije que se quedará la chaqueta hasta ese entonces.

Después de aquel episodio camino hacia mi casa, que queda al otro extremo de la ciudad, hay toque de queda, pero me siento con suerte. Comienzo a recapacitar acerca de mi situación y me doy cuenta que realmente estoy viviendo bien, mientras la tenga a ella, mi protegida y ángel guardián simultáneamente, estaré bien. Lo sé.

Al día siguiente una luz mortecina me acuchillo por la ventana. Era sábado, 11:43 de la mañana, así que no tenía clases, pero mi madre me pidió que fuera a buscar a mí hermano pequeño, Kogy, a su particular de arte. Sin más, me ducho y parto hacía la academia.

Era una despejada mañana, radiante de vida, lista para que uno descubriera todas las oportunidades que entregaba. Cuando estaba a un par de pasos de la academia, contemplo una extraña figura en los cielos, una especie de punto. Luego, los aires se tiñeron de blanco, un blanco como de vacío y muerte, las sombras nunca volvieron a proyectarse, y un estridente sonido destrozó nuestras pieles dejándonos inanimados por siempre en la eternidad de nuestros escombros.

Ahora, me pregunto si habrá leído mi carta después de aquella noche, o, si siquiera la vio antes de aquella explosión.



El 9 de Agosto de 1945 se lanzó sobre Nagasaki la segunda bomba atómica. El bombardero estadounidense “Bockstar”, en busca de astilleros, divisó la fábrica de armas Mitsubishi. Sobre ella, dejó caer la artillería aérea “FatMan”, la cual dejó una cifra de 140.000 personas muertas, entre civiles y militares.


Clasificación

10:04 2 Comments

No sé, cómo que últimamente he estado pensando harto en este tema.

"Yo soy un pokemón" "Yo, un emo"... no entiendo como las personas pueden dar una clasificación a su forma de ser. Lo encuentro... tonto, más que tonto, de la época de las cavernas.

Creo que la juventud está indecisa, y por ende tiende a buscar un patrón común entre sus semejantes. Osea, "si él es un poke, me llevo bien con él"... PORFAVOR!! Despierten, por la mierda. Las personas están creando una barrera que divide pensamientos y existencias por el solo hecho de una imagen de superioridad.

Muchas veces este tema me ha dado para hablar. Detesto fervientemente estas divisiones sociales qué se hacen en el chile de hoy. Siento que se está forjando una cultura de intolerancia y no entiendo como la gente no se da cuenta.

Lo penoso de todo esto, es que el pueblo lo acepta. SI HASTA EL MINISTRO DE EDUCACIÓN 'TA VIENDO UNA LEY PA' DEJAR ENTRAR A LOS POKES CON SU PELO AL COLEGIO!!!! ... osea que no se les reprimera el "ponceo" ... o, ahora último "sobajeo".

Jaja, que chistoso debe ser ver a dos pokes corriéndose mano en el metro.

De todas maneras, creo que es tonto empezar a "auto-clasificarse".... procedo a explicar.

Hace un par de meses... me creía "metalero" más allá, lo divulgaba a diestra y siniestra como si fuera mi segundo nombre... "Hola, soy Matías y soy metalero" Últimamente he estado pensando que es una estupidez andar diciendo cosas por el estilo... porque en primera, los metaleros murieron hace ya tiempo [dígase de paso, con los punks] y en segunda, porque el único hecho de tildarte de algo ya desmedra tu identidad. Osea que ya no eres un individuo, si no que pasas a formar parte de un grupo, quiéralo o no, con esa frase.

Pienso que lo mejor que tiene la humanidad como raza es su individualidad, el hecho de las creencias y pensamientos distintos es la prueba irrefutable de que somos personas.. y, cuando uno se encasilla, no, mejor dicho... se clasifica pierde dichas virtudes.

Por lo mismo prefiero decir simplement. "Hola soy Matías y me fascina el metal".

P.D: Espero poder escribir una canción sobre esto.

Untitled

15:38 5 Comments

Cuento que no pude encontrarle título, la verdad, si alguien me coopera con uno agradecido estaré.

Días de aburrimiento, escucho Anthrax mientras leo Juanelo y me digo si esto deverdad es verano, unos putos días nublado ¬¬º.

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Y por último me encontraba botado en la sucia tina del cuarto, empapado con mi propia sangre, con un dolor fulminante acuchillándome la espalda y con un órgano menos.


Todo comenzó hace tres días, mi novia me había echado del departamento en el que vivíamos el mismo día en que mi jefe en la fábrica descubrió que era un vago sin futuro. Así que ahí estaba yo, un joven de unos 28 años, sin comida ni techo y las únicas monedas que yacían en mis arcas no superaban los ocho mil pesos. En una situación así uno piensa en la familia, ya sabes, ese grupo de personas que te ampara y te alimenta hasta que tienes edad suficiente para trabajar, entonces te tiran a la calle como un par de zapatos que ya pasaron su vida útil.

Mi familia no era muy convencional, la verdad, era caótica y errática. Mis padres murieron en un accidente de auto cuando yo tenía seis años, lo que dejó repercusiones en mis hermanos. La pequeña Amelia, que en ése entonces tenia dos años tuvo pesadillas todas las noches de su existencia, supongo que aún las tiene. Ella está tras barrotes con un chaleco blanco y ajusto en el manicomio de Stephenson, en Ñuñoa. Mi hermano mayor, Manuel, buscó el congojo en Dios y la iglesia, lamentablemente se transformó en un fanático más, se unió a una comunidad y vivía allí, quedaba en Huachuraba. Así que junté un par de relucientes orbes y me subí en una de estos nuevos transportes verdes, eran lentos, pero no me importaba… necesitaba pensar.

La micro se balanceaba de un lado a otro en la gastada calle. Observaba los cansados rostros de los ocupantes del vehículo, eran personas normales, viviendo una vida normal, con familias normales y un trabajo normal. No se preocupaban de la existencia de otros, no les interesaba que millones morían por un simple billete, putos hipócritas monótonos.

Vi un anciano al fondo, me recordó a mi abuelo. Cuando pequeño, mis hermanos y yo vivíamos con él y la abuela, él era un borracho que maltrataba a su esposa. A veces pienso que por su culpa fui un pútrido ebrio ocho años, hasta que Manuel me metió en rehabilitación. Yo creo que esa época desde los 16 hasta los 24 años fue mi periodo oscuro. Me la pasaba de bar en bar, la bebida era un regocijo un escape para no abalanzarme hacía el cielo y gritar con toda mi garganta que querría morir. Hasta que mi hermano me salvó.

Él me levantó un día, ebrio y todo, y me llevó a un centro de rehabilitación. Al principio fue atroz, pensaba que todos, al mirarme, me criticaban. Pero luego la conocí a ella; era una borracha, al igual que yo; y bebía para olvidar, de la misma manera que yo ¿su diferencia? Ella aún tenía sueños. Ella creía que todo se podría sobrepasar, que los grados de alcohol y las noches sin recuerdos podían terminar. Ella soñaba con poder mantenerse, y al ir al supermercado, que ninguna botella de vidrio caería en su carro. Y lo logró.

Luego de estar un año y tres horribles meses en ese lugar, salí como un civil normal. Fue cosa de tiempo encontrar trabajo, arrendar un hospedaje y comenzar a vivir, comenzar a aspirar a más. Un día me la encontré en el metro, fue corta la conversación, pero quedamos de vernos el sábado. Detengo mis pensamientos y salgo de esa nube de recuerdos un momento, he llegado.

Mientras bajo del enorme armatoste, recuerdo cuando fue la última vez que vi a Manuel. Fue para la misa de navidad. Así es, su héroe también va a misa. Estaba ahí con Rachel, ¡ah! Se me olvidó comentarlo, mi amada posee un nombre ingles. El punto es, sin más vueltas, que Manuel se acercó al terminar la ceremonia y me abrazó, luego dijo a mi oído:

-Lo lograste…

-No –le corté –lo logramos.

Y sonrió.

Estaba yo enfrente de la misma iglesia, ocho meses después, con un par de monedas en mis bolsillos y sin techo bajo el cual caer. Me dirijo hacía la enorme puerta y toco; no hay respuesta. Intento otra vez, esta con mi aliento y mi voz.

-¡Manuel! Soy Enrique, déjame entrar.

Nada, es imposible que se hayan ido, los monjes nunca abandonan su iglesia. Oigo pasos, alguien se acerca y abre la barrera de madera. Una cabeza con un sombrero negro y una cara de pocos amigos se alza:

-¿Qué escándalo haces, niño?

-Necesito ver al padre Manuel Praderas, por favor- le imploro.

-¿El padre Manuel? Él se fue a mediados de este año de este monasterio.

-¿De aquí? Y adónde iría ¿sino a una iglesia?

-Hijo, el padre Manuel se fue a Birmania en misión.

No lo podía creer, ese fue verdaderamente un golpe bajo, diría yo, un puntete en las pelotas. Mientras estaba boquiabierto, el monje cerró la puerta diciendo algo como “vaya con dios” o alguna estupidez por el estilo.

Así que estaba solo, fuera de una iglesia que no me acogía, en medio de una familia muerta y dividida y acompañado por una mujer que no me quería si no traía lukas a la casa. Así que caminé; no tenía ruta a seguir, solamente odio por la desdicha que se me dio y una lluvia que me lavaba la cara. Caminé y caminé, la lluvia dejó de caer y el sol se escondió, seguí caminando hasta que lo vi, tras una vitrina, a través de un televisor… se alzaba mi perdición.

La noticia mostraba a un muchacho que no pasaba los 25, anunciando algo acerca de un incendio, lo que me sorprendió; el lugar. Era nuestro departamento, dónde vivíamos Rachel y yo, pero un texto por debajo me alteró, me distorsionó.

NO SE ENCONTRARON SOBREVIVIENTES.

No podía ser cierto, no era cierto. Capás salió, a comprar, con sus amigas, a un prostíbulo ¡dónde mierda sea! Pero no, me equivoqué, ví esa imagen, era ella; no había duda. Su calcinado rostro siendo introducido en un saco negro, luego, lo cerraron unas manos.

No me controlé, es más, la furia fue la que hizo ese trabajo. Sentí como si mis ojos se cortaran y en su lugar pusieran hierros hirviendo al rojo vivo, como si me sangre se evaporara y de mis dedos emanara rabia. Agarré la piedra más cercana y la lancé con todas mis fuerzas, hice pedazos el cristal y entré a la vitrina. Levanté sobre mis hombros el aparato y con un desesperante grito lo tiré a la calle. Luego salí de ahí.

Cuando ya había caminado unas cuadras noté que tenía un par de cristales incrustados en los hombros, como quien tiene un par de gotas en la espalda, los retiré con ferviente fuerza. La sangre brotaba lentamente, se chorreaba por mi ya malgastada chaqueta, no me interesaba buscar ayuda médica o consuelo de los amigos que no poseía. Sabía bien lo que quería... más aún, lo que necesitaba.

Caminé por la adormecida ciudad hasta encontrarlo, entre vagos botados y gritos. Entré al antro y me dirigí directo a la barra, saqué todo el dinero que poseía y se lo lancé al cantinero.

-¡Un escoses, si es suficiente!-

Lo último que recuerdo es hablar con una muchacha, decirle que yo era mucho para sus sensuales piernas dieciocheras y luego su beso.

Ahora estoy aquí, en una inmunda sale de un motelucho. Con un tajo sin cerrar y un órgano menos.

La verdad, no sé a quién le cuento esta travesía, sí sé bien que allá arriba no hay ningún Dios que se apiade de mí.