Estaba en llamas cuando me acosté - Charly García

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No le presté atención hasta que levanté la vista, por mala fortuna de él. Íbamos caminando hacia el mismo lado, por la misma vereda; yo detrás de él. Era un hombre de mediana estatura, ni tan alto ni tan bajo, por atrás parecía un tipo normal, usaba traje y seguramente rondaba los 40, o eso creo. El problema es que no puedo creer nada, ni suponer menos. El tipo yace calcinado enfrente mío y me muero de desesperación de saber que no puedo hacer nada por ayudarlo. Sus ropas aún siguen en llamas y su carne chamuscada está dejando un olor asqueroso en la calle.

Él caminaba, yo también. Él fumaba, a mí me hubiera gustado haberlo hecho. A medida que él iba caminando, obviamente, su cigarro se iba consumiendo. Nuestro camino surcaba una desolada calle de la suburbia, nadie en el paraje a excepción nuestra. La vereda tiene a los costados árboles con no tan espeso follaje, mal que mal, es otoño. En su mano derecha empuñaba un cigarro, nunca supe de qué marca (y de haberlo sabido habría sido útil ¡aunque fuera un sólo dato!), el cual hace unos 12 minutos se le consumió al muy desgraciado. En el momento en que pegó la última inhalada de cáncer se prestó a botar la colilla pero, justo en el momento en que apretaba el filtro y sus pulmones devolvían el humo hacia el exterior, vio un balde colgado del tronco de un árbol, con un engañoso rótulo de "basurero". El individuo introdujo el cadáver del cigarro en el balde y éso fue todo. Una llamarada lo abrazo instantáneamente y un sonido sordo inundó el lugar. Cuando logré divisar un poco el tipo se revolcaba en el piso, ardiendo completamente. Se revolcaba, gritaba, no sé si lloraba o suplicaba, la verdad no puedo decir de qué estoy seguro, la situación fue extrañísima. Yo era el único que lo veía y también él que no hacía nada. No sé si sus ojos encontraron los míos, pero ruego a Dios que no lo haya hecho, así seguramente murió sin experimentar una cuota de desilusión. Cuando dejó de revolcarse alocadamente y comprendí que había muerto, comencé a moverme. Para mi sorpresa, me puse al lado del cuerpo y sólo atiné a pensar. Qué lastima saber que nunca podría llegar a averiguar nada de aquella masa, no tiene rasgos faciales, mucho menos documentos (todo quedó absolutamente consumido, hasta sus ropas); seguramente ni huellas digitales tiene. Sólo ahí comprendí, qué tan ajenos podemos llegar a ser. Nada nos pertenece realmente.

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Me siento y no lo siento
es que quizás estoy divagando.

Está la misma muralla delante mío
y me da lata pensar que me acompañará
quizás, por siempre.

No deberíamos seguir alabando el pasado
mejor será escupirle nuestras ideas
a falsos ídolos de yeso guardados
en nuestras bibliotecas.

Me molesta pensar que el gris muro
sólo se dará a caer
cuando mis manos ya estén cansadas,
agrietadas de tanto andar.

Pueden quitarnos todo,
más, no pueden quitarnos lo que pensamos.

You can close your eyes but you can't close your ears.