Especímenes del Carrete

10:08


Y aquí estoy, nuevamente, otra noche. Me siento agotado, de verdad que no quería venir; en fin, tenía que acompañar a Christián, no lo iba a dejar sólo, si ni conoce la ciudad, menos ésta discoteque. El punto no es ése, la verdad. Lo que quiero decir, es que me siento pésimo. Debo haber dormido unas ocho horas en los últimos tres días, aparte de que anduve trabajando (obviamente, en una pega que no me gustaba). Si, mi vida es esforzada (introduzca tono de sufrimiento aquí).

Me mantengo sentado sobre esta silla vieja, el escenario es el "Zoom-11", una discoteque del ambiente juvenil. Nada fuera de lo común, no les voy a mentir diciéndoles que el carrete estaba totalmente excepcional, con putas bailando sobre el escenario y la barra regalando alcohol como si fueran sonrisas, no no, pero si se quería, se podía pasar muy bien en un lugar como este. El local estaba medianamente lleno, el problema es que como no tiene ventilación el aire se siente densísimo. Buena música, el animador movía sus hilos haciendo saltar a la gente en la pista. Sí, la noche daba una oportunidad de disfrutar. Cualquier persona corriente que haya venido aquí hoy podría haber dicho a la salida: "Compadre, fue uno de los mejores carretes a los que he ido" y, posiblemente, así sería.

Me mantengo en mi sitio, estancado, descansado quizás. La mirada perdida desde este segundo piso tratando de enfocar a la gente en la pista, abajo. Fumando. Empiezo a analizar a cada rostro que veo. Fijo mi mirada en un par de tipos allá abajo. Es entretenido detenerse a observar a todos los tipos de persona que hay aquí.

Me da risa un pobre hombre, debe tener más o menos mi edad, que trata de engatusar a una joven que baila al compás de la música. Se le acerca, ella lo rechaza. Por la espalda, tampoco amigo. La mira a los ojos y ella se aburre; le dice algo en un tono que se cacha que es molesto, seguramente una sacada de madre y la mujer se va. Hay tantos como él en lugares como este.

También por ahí veo a una niña con cara de intermitente preocupación, apoyada en la barra. Con vaso en mano, y cigarrillo entre los dedos se dedica a lo mismo que yo, observar. Ella lo hace con recelo, mirada furtiva, en todo caso. Analiza a cada persona, cada participante, me gustaría poder decir. Cuando ya diviso uno, ataca. Se le acerca por la espalda el hombre, que estaba bailando perdidamente sólo dentro de la masa de gentuza, le susurra algo al oído y comienza la acción.

Me produce gracia el ejercicio que estoy realizando; cada persona dentro de este local (y dentro de esta noche) tiene su característica propia, como si fueran carta de una baraja; cada cual con su color y número. Veo un viejo que no sabe que está haciendo aquí, tampoco sabe como bailar lo que suena, y eso que no es difícil. Unas cabras chicas pasadas de copas, obviamente en su carnet no marcan más de los 18 años que pide el cartel de la entrada. Los guardias, con sus oscuros ropajes y miradas altaneras de gente agotada.

Veo a un tipo alto, moreno, bailando; muy motivado la verdad. Encendido. Se le nota en la cara que es el tipo de personas "con toque". Seguramente triunfador en la vida. Sus amigos le pasan y pasan vasos y él, solo bebe. Baila con dos mujeres y sus amigos de cerca, mirando. El falso ídolo.

Un grupo de mujeres sentadas en una mesa, alejadas de la vida, de la luz. Bebiendo, riéndose por lo menos; mal no lo pasan. Se ríen del resto de gente, siendo que a ellas les encantaría estar en sus posiciones, en sus pies, labios y pieles. Seguramente ninguna de ellas nunca ha besado, o si lo hizo, fue por error y/o influencia del alcohol. Seguramente nunca han sentido lo que es el verdadero calor humano. Las rechazadas.

Así sigo mi mirada por un grupo de hartas personas, reunidas al contorno de una mesa, cada cual con su vaso (y varios vacíos alrededor). Uno tipo alza una mano y la baja lentamente, luego grita una palabra al aire. Todos los que lo ven estallan en risas y carcajadas. El payaso. Quizás ése tipo sólo es así con tres tragos dentro del cuerpo, quizás.

Me levanto de la silla y me acerco a la baranda. Le doy mi último beso a el Viceroy que mantengo en mis dedos y lo dejo caer desde el segundo piso. Los observo a prácticamente todos los concurrentes a este evento, seguramente más de alguno me estará viendo ahora. Yo los pude identificar y, en una de esas, ellos también. Yo los clasifiqué como lo que eran y ellos; ellos se equivocan al clasificarme como lo que ven. Me ven como el hueón funado del carrete. Y, en realidad, soy el que observa.

4 Posteos. Opina acá.:

Anónimo dijo...

Como siempre tu toque de superioridad, algo molesto a la hora de matar la historia, excelente, de lo mejor que he leido estos días (en lo que a ti se refiere)

Javiera Menay C. dijo...

Me gustó la parte final y el realismo de tu historia. Es original utilizar el carrete como tema para escribir, se agradece leer cosas nuevas como esta.

cuentoparavivir dijo...

que original, me gusta!

Anónimo dijo...

matiiiiiiiiiiiiiiiii ya no eres mi amigo =( !!! como quieres que me comunique contigo ahora !!! bueno , tant pis !