Y ahora,
por lo menos,
tengo un motivo
para desvalarme
por mis noches
interminables.
Y ahora,
por lo menos,
no son necesarias,
tan necesarias,
tus caricias.
Aún así, las añoro
las busco, irremediablemente.
Ínfimamente, inconclusamente.
Una vez
oí decir a una anciana ciega,
que la tristeza es para
muertos sin zapatos.
La tristeza
es para gente ciega,
pensé.
Y ahora por lo menos,
me queda la certeza.